El Arte Románico

El románico es el estilo artístico que se desarrolló en Europa entre los años 1000 y 1150. Su nombre se debe a que los arquitectos de la época querían levantar sus edificios a la manera de los antiguos romanos, con sus mismos materiales y técnicas.

Para la evolución de este estilo artístico fue fundamental el papel de la Iglesia. Los monjes, que vivían en los monasterios, eran los encargados de guardar la cultura clásica, heredada de los antiguos griegos y romanos. Ellos eran casi los únicos que tenían acceso a la cultura, por lo que fueron los encargados de difundirla. Pero, como casi nadie sabía leer ni escribir, para hacerlo tenían que contar con la ayuda de los artistas. Por ello, las iglesias y las catedrales se decoraban con pinturas y esculturas que narraban las historias sagradas. De este modo, los fieles podían conocerlas.

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Los edificios más importantes de la arquitectura románica son los monasterios, las catedrales y los castillos. Los monasterios eran grandes conjuntos residenciales donde vivían los monjes. Se componían de iglesia, capillas, claustro (patio situado al lado de la iglesia, donde los monjes paseaban), bibliotecas, comedores, cocinas, dormitorios...

LAS CATEDRALES ROMÁNICAS

Las catedrales eran grandes iglesias donde estaban las sedes de los obispos; aunque no había una en todas las ciudades. Una catedral tenía varias naves (espacio que queda entre filas de columnas), donde se situaban los fieles para escuchar las misas. Al fondo de la nave mayor, la central, estaba la cabecera, de forma semicircular, donde se colocaba el altar. Alrededor había un pasillo, también en semicírculo, que conectaba las naves, llamado deambulatorio.

Elementos de una Iglesia Románica

Grandes columnas y pilares dividían las naves, y servían, además, como apoyo para las bóvedas. Una de las técnicas que los arquitectos románicos recuperaron de los romanos fue la construcción de estas bóvedas, que conseguían uniendo en fila varios arcos de medio punto (semicirculares). El resultado se conocía con el nombre de bóveda de cañón. Además, entre las naves y la cabecera se situaba otro elemento: el crucero, una nave colocada en sentido perpendicular, es decir, en forma de cruz.

Justo en el punto donde se unían las naves con el crucero se encontraba el cimborrio, que era una torre central con una bóveda más alta que las otras.
Como el material usado en la construcción, la piedra, era muy pesado, los soportes (columnas, pilares y muros) debían ser muy fuertes y gruesos. Los muros eran muy anchos y apenas tenían ventanas, por lo que estas iglesias eran muy oscuras. Para reforzar los muros se usaban contrafuertes, que eran pilares adosados (pegados) en el exterior de las paredes.

La entrada a la catedral estaba a los pies de las naves, en el lado opuesto a la cabecera. Allí se situaban las torres, una en cada extremo, y la portada. Dependiendo del número de naves, había tres o cinco puertas. Sobre cada una de ellas había un arco de medio punto decorado con esculturas en relieve, que recibía el nombre de tímpano.

Esta era la parte principal de la portada, donde se situaba la mayor parte de las esculturas, realizadas en piedra. Narraban historias religiosas, sobre la vida de Cristo, de la Virgen y de algunos santos. Alrededor del tímpano, en la parte inferior, estaba el parteluz, una columna que llegaba hasta el suelo; en él también había una escultura, casi siempre de la Virgen o del santo patrón de la iglesia. A los lados de la puerta estaban las jambas, que eran columnas con esculturas adosadas; normalmente representaban a los apóstoles y los santos.

Además, las columnas del interior estaban decoradas, sobre todo los capiteles. Estos eran unos elementos geométricos que conectaban las columnas con el inicio de los arcos de las bóvedas. En ellas se narraban historias bíblicas y, a veces, también escenas de la vida cotidiana.

Todas estas esculturas eran muy rígidas y casi no tenían movimiento. Los rostros eran muy parecidos y no expresaban sentimientos.

Capitel de San Juan de la peña

LA PINTURA ROMÁNICA

La pintura era casi siempre mural, sobre las paredes y las bóvedas. Los pintores narraban escenas religiosas y, a veces, cotidianas, con campesinos y otros personajes. Las figuras eran muy rígidas, sin movimiento. A veces llegaban a parecer deformes, pues los pintores no se preocupaban por la anatomía humana. Tampoco usaban la perspectiva, y los fondos eran blancos o dorados.

También se pintaba sobre madera para crear los retablos, que se colocaban en el altar mayor. Y por último, hay que destacar los manuscritos miniados, libros escritos por los monjes que contenían textos antiguos y estaban ilustrados con pequeñas pinturas.

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