Un español que viaja a
Hispanoamérica percibe al instante que no está en una tierra ajena, ni ante
gentes extrañas. Le son familiares las ciudades y sus edificios, el idioma, la religión
y la cultura en general. Todo eso y otras cosas demuestran que durante más de
300 años la Corona española consideró a esa tierra no como una colonia, sino
como la España del otro lado del Atlántico.
El descubrimiento, la conquista y la
colonización de América constituyen, quizá, la mayor empresa llevada a cabo por
un pueblo a lo largo de la historia.
EL DESCUBRIMIENTO Y LA CONQUISTA DE AMÉRICA
La gran hazaña de Cristóbal
Colón, entre 1492 y 1493, fue, por una parte, saber llegar a las Indias y,
por otra, saber regresar de ellas. Colón murió convencido de que las Antillas
eran la antesala de Asia, de ahí el nombre de Indias. Años más tarde, el
florentino Américo Vespucio, que había navegado con los españoles,
proclamó que se trataba de un Mundo Nuevo, bautizado después, en su honor, con
el nombre de América.
La situación de América hasta 1492
fue algo sorprendente. Siendo un continente de 42 millones de kilómetros
cuadrados (una tercera parte de las tierras de este planeta), había permanecido
ignorado para los habitantes europeos o del Viejo Mundo. Su aislamiento se
debió en gran parte a sus características geográficas: una inmensa masa de
tierra alargada (casi 16.000 kilómetros, de norte a sur) y relativamente
estrecha (5.000 kilómetros como máximo), rodeada por dos masas oceánicas (el
Atlántico y el Pacífico) que lo convirtieron en un continente-isla.
Ese aislamiento del continente y del
hombre explica que los americanos desconocieran técnicas e inventos ya
habituales en el Viejo Mundo. Cuando los europeos llegaron a América, se
encontraron con unos pueblos con grandes carencias técnicas.
Cuando los españoles llegaron en
1492, América estaba poco poblada (40 o 50 millones de habitantes). Las mayores
concentraciones de población nativa se localizaban en las tierras templadas y
frías de los altiplanos, desde la meseta central de México hasta los valles y
las llanuras elevadas de los Andes. Allí se encontraban las llamadas ‘Altas
Culturas’ y los grandes imperios de aztecas e incas.
En poco más de 50 años, los
españoles recorrieron gran parte del continente americano, descubriendo las
Antillas y el Caribe, Centroamérica, el océano Pacífico, el golfo de México,
llegando al Río de la Plata, dando la primera vuelta al mundo, dominando a los
aztecas y a los incas, y recorriendo las costas, las selvas y los grandes ríos,
desde Estados Unidos hasta la Tierra del Fuego, poniendo nombre a las cosas.
LA COLONIZACIÓN ESPAÑOLA DE AMÉRICA
España no convirtió a América en una
colonia, sino que la consideró como una provincia más; era la España del otro
lado del Atlántico. Y por eso trasplantó a América sus instituciones y su
cultura. A todo esto se le llama hispanización del Nuevo Mundo.
Entre los organismos que los
españoles crearon para el gobierno de América hay que señalar la Casa de
Contratación de Indias (1503), para controlar el comercio, y el Consejo
de Indias (1524), que pretendía regular todos los asuntos americanos.
Igualmente, organizó los nuevos territorios creando virreinatos, audiencias,
gobernaciones y capitanías generales, corregimientos y cabildos
o ayuntamientos. Muchas de estas demarcaciones darían origen después a las
naciones de la América independiente.
En el plano religioso, la Corona
española, desde un primer momento, obtuvo del Papado, tras las Bulas
Alejandrinas (1493), el encargo de evangelizar a los indios. Poco después,
la monarquía recibió el ‘patronato regio’, o derecho de organizar la Iglesia de
América, responsabilizándose de los nombramientos, las fundaciones y otros
asuntos religiosos.
España dictó numerosas leyes y
disposiciones para el gobierno de América y los americanos. Así fue naciendo un
ordenamiento jurídico o ‘Leyes de Indias’, que se ha convertido en un
valioso legado de la hispanización del Nuevo Mundo.
En América convivieron blancos, indios y
negros. Blancos e indios no se rechazaron, y pronto, ante la escasez de mujeres
que pasaban a Indias, se produjo un fuerte mestizaje. De la unión de
blancos o indios y negros nacieron los mulatos. Los españoles americanos
fueron llamados criollos. Los indios no podían ser reducidos a la
condición de esclavos, mientras que sí se admitía la esclavitud de los negrosafricanos.
La lengua española se fue
extendiendo por América al ritmo de la civilización hispana, llevada por
conquistadores, frailes, gobernantes y colonos. Al mismo tiempo, el diccionario
español se enriqueció con palabras indígenas. Hablamos pues de un nuevo
mestizaje, esta vez cultural, parecido al de la sangre.
A mediados del siglo XVI, se
habían fundado ya las universidades de Santo Domingo, México y Lima, así como
múltiples colegios para españoles e indios. La primera imprenta se estableció
muy pronto en México (1539), impulsando las letras y las artes, y creando un
ambiente cultural superior al que reinaba en la mayor parte de Europa.
Los españoles no eran partidarios de
residir en las ciudades indígenas, sino que su mayor aspiración era fundar sus
propios pueblos y ciudades donde vivir. El renacimiento recuperó el modelo de
ciudad grecorromana, de trazado rectilíneo y con una gran plaza mayor, centro
de la vida ciudadana, que serviría de ejemplo a toda Hispanoamérica. Hacia el
año 1630, se habían fundado más de 350 ciudades en la América española,
prácticamente todas las capitales importantes, con una característica común: la
uniformidad.
En el plano económico, las
relaciones entre América y España fueron trascendentales para el futuro. La
agricultura americana se enriqueció con productos como azúcar, plátano,
cereales, vid, olivo, legumbres o café. Por su parte, América aportó al Viejo
Mundo productos tan importantes como maíz, patata, tomate, cacao o tabaco. Con
la ganadería, la más beneficiada fue América. La mayor parte del ganado que
puebla hoy América, como caballos, cerdos, vacas, ovejas, mulas y burros, fue
llevado por los españoles desde los primeros años, adaptándose con gran
facilidad y rapidez.
La minería supuso la gran
riqueza de América. España y Europa estaban necesitadas de metales preciosos,
sobre todo de plata. Las minas de Potosí (Bolivia) y Zacatecas (México)
aportaron un inmenso tesoro de metales preciosos que fue llegando a España y, a
través de España, a Europa. Esto ayudó a la transformación económica del Viejo
Continente. Para asegurar este importante tráfico se formó la Flota de las
Indias, cuyos galeones cruzaban el Atlántico bien armados y protegidos para
evitar la amenaza de los piratas.